Uno de los últimos titulares manipuladores de estos días de la "guerra del lobo", de la cuál el propio cánido es ajeno, es el siguiente: "El ovino de Salamanca peligra con la nueva ley sobre el lobo". Los sindicatos ganaderos piden nada menos que la dimisión de la ministra por promover una decisión ajena a los intereses de su actividad industrial en pro de la conservación de la naturaleza. Una vez más, por el egoísmo de pretender que el medio natural que les sustenta se acomode a las necesidades de su negocio y no al contrario: acomodar su negocio al medio natural que les sustenta y que es de todos.
Dicen que es un "ataque frontal al modo de vida de la ganadería extensiva de Salamanca". Esto podría ser cierto ya que el modo de vida de la ganadería extensiva se basa en dejar el ganado en el campo, principalmente adehesado, pastando sin vigilancia. Pero no es cierto porque, de hecho, ya todos sabemos a estas alturas que matar lobos (ya sea por controles o por caza) aumenta de forma directamente proporcional los daños al ganado.
Salamanca, antaño tierra de lobos como lo fue toda la península ibérica, es un sumidero donde llegan de forma crónica lobos dispersantes desde el norte y desaparecen de forma ilegal o matados por la propia Junta de Castilla y León, que recordemos tiene una patrulla anti-lobo preparada para seguirles y matarles, financiada con dinero público. Estos mal llamados "guardas" y la caza cronifican los daños al ganado que, por otra parte, está sin vigilancia ni medios preventivos, y a menudo los ataques de perros son achacados a lobos en la provincia.
Aunque la noticia dice que "ha descendido desmesuradamente el número de ovejas debido a las bajas que han sufrido por los ataques", esto es una evidente falacia. El ovino en Salamanca, que en el censo de 2018 contaba con 390.319 ovejas, y hoy día tiene más de 900 explotaciones, se pierde desde hace muchos años sin necesidad de lobos, como se ha ido perdiendo en provincias y comunidades donde no hay lobos desde hace décadas. El problema todos lo conocen: el mercado. La baja rentabilidad. Hoy ya no pueden vivir como antes hacían con un pequeño rebaño. Hoy los propietarios de ovejas de carne no contratan pastores porque no les sale a cuenta aunque reciben de Europa 30 euros/oveja (que son 30.000 euros para 1.000 ovejas). Ellos dicen que preferirían que no les dieran nada y poder vender los corderos más caros. En todo caso, el lobo no tiene nada que ver en esas cosas.
En Salamanca no hay lobos asentados desde que acabaron con ellos hace décadas. Desde entonces, sistemática y silenciosamente, mueren. Todos los dispersantes que llegan son matados tarde o temprano. Salamanca es un agujero negro para la expansión del lobo. Pero esto cronifica los daños independientemente de que muchos sean ocasionados por perros y se achaquen a lobos.
La misma noticia dice que el incluir al lobo en el listado es una medida "poco meditada" que "lo único que va a provocar es una explosión demográfica del lobo, especie en clara expansión durante los últimos 40 años".
Evidentemente, esto es falso. No se trata de una medida poco meditada sino necesaria, buscada y solicitada desde hace mucho tiempo y, finalmente, aprobada por un Comité Científico que así lo ha valorado. El lobo, como especie apical, se autorregula, y para ello cuenta con estrategias biológicas, ecológicas y etológicas. Nunca os creíais esa afirmación insensata de "aquí hay muchos lobos" porque en una zona determinada sólo hay un grupo de lobos, cuyo tamaño, que varía considerablemente de año en año e incluso en el mismo año, ronda la media de cuatro individuos (al contrario de lo que las administraciones anti-lobo han pretendido siempre, apoyadas por biólogos vendidos a ellas y a los lobbies de la caza como sabemos, que cuentan que cada grupo de lobos tiene unos nueve individuos, más del doble, duplicando así la estimación que se hace del número de lobos).
¿Qué pasa si el lobo se protege?
La protección del lobo, si se hiciera estricta y se cumpliera perfectamente, significaría que los grupos de lobos podrían desarrollar sus estrategias vitales sin interferencias ni pérdida de efectivos. Esto significaría que, si los ganaderos implementaran las medidas preventivas que deberían implementar, los lobos podrían desarrollar su vida tranquilamente, y los ganaderos podrían coexistir con la presencia de lobos sin problema. Mejor aún si la caza de ungulados también dejase de existir.
Dice la nota del periódico: "Se repetirían así sucesos bien conocidos, ya que cada vez que uno o dos lobos llegan a estas zonas producen innumerables ataques (...) de no controlarse la población de lobos, llegarán cada vez más ejemplares que continuarán con los daños".
Falso. La llegada regular de individuos dispersantes que intentan sobrevivir en un medio pleno de amenaza y persecución es precisamente lo que cronifica el problema de los daños, unido a la falta de medios preventivos. Se matan los ejemplares que llegan y posteriormente llegan otros, que también son matados. Cada vez que llegan ejemplares jóvenes, se encuentran en un medio muy hostil, donde los ganaderos, guardas de la Junta y cazadores, procuran aniquilarles, y eso a pesar de estar al sur del Duero, en zona de protección legal. Si pudieran asentarse los lobos, sin persecución, con presas salvajes para cazar, con el ganado protegido convenientemente, los dispersantes juveniles no podrían campar en esas zonas (los lobos son territoriales) ni vivirían en una situación de persecución constante que les obligase a la depredación de ganado. Por tanto, no inventen escenarios imaginados, pues el escenario que supuestamente pretenden evitar es precisamente el que están creando crónicamente con la muerte sistemática de ejemplares.
Por último, dice esta noticia que "parece que tienen más derechos las alimañas que los propios agricultores y ganaderos". Una afirmación ridícula, grotesca, patética, que señala el profundo egoísmo del sector de la ganadería extensiva anti-lobo además de la abismal ignorancia que supone no entender lo que es la biodiversidad y la necesidad de todos de tener ecosistemas funcionales. Anclados en la Edad Media, continúan utilizando el repugnante término de "alimaña", mostrando que las raíces culturales del odio acérrimo y los arraigos añejos del manejo codicioso y roñoso del campo laten aún en ellos, amenazando el futuro de la biodiversidad que pertenece a las próximas generaciones. Hoy día el término "alimaña" es pronunciado sólo por el ignorante, el inculto o por el irrespetuoso, el que odia la vida salvaje y el furtivo. Den gracias de poder utilizar el medio natural a su antojo y para su beneficio económico particular, y armonicen su presencia con la vida salvaje. No son los propietarios de la tierra ni del mundo.