miércoles, 17 de octubre de 2018

REFLEXIONES DE ECOLOGÍA. LOS CONTROLES DE LOBOS CONLLEVAN CONSECUENCIAS GRAVES



Desde la reintroducción del lobo en Yellowstone en 1995, el ecosistema se ha vuelto biodiverso, agradeciendo la más mínima intervención humana. El ecólogo Mark Boyce, de la Universidad de Alberta y profesor del Dpto. de Ciencias Biológicas, ha publicado un estudio, "Wolves for Yellowstone: Dynamics in time and space" en el Journal of Mammalogy, que recopila la investigación llevada a cabo durante 40 años, concluyendo, una vez más, que Yellowstone se ha beneficiado de la llegada del lobo en formas que ni siquiera podemos llegar a imaginar o comprender debido a la complejidad de las interacciones ecológicas. 
Menciona, por ejemplo, la influencia creciente de los osos para la supervivencia de los cervatillos, la recuperación de especies forestales en diferentes zonas, cómo los bisontes han sustituido a los ciervos en la zona norte y cómo los bisontes siguen aumentando. Todo esto, comenta el profesor Boyce, no lo hubiéramos visto si el ser humano no hubiera dejado de intervenir en el ecosistema. 
Explica que los sistemas dominados por humanos resultan muy diferentes y señala que la agricultura, ganadería y caza superan los efectos positivos que producen los grandes predadores. 

El profesor Tom Hobbs, profesor de ecología de la Universidad de Colorado, dice que no existen soluciones rápidas para restaurar ecosistemas, y que exterminar un predador apical como el lobo es un error muy grave con consecuencias crónicas. En el tiempo que desapareció el lobo, según su opinión, cambiaron las condiciones drásticamente, y volver a lo que fue no es tan sencillo y puede que no sea posible alcanzar la normalidad original. 

Hay que tener en cuenta, y esta es mi reflexión, que se rompe la armonía y la fluidez etoecológica del predador. Es decir, los ritmos, la dinámica social de los lobos de una zona está tan estrechamente adaptada al lugar, que es tremendamente difícil que lobos reintroducidos puedan alcanzar semejante armonía con el nuevo ecosistema. 

Coincide con esto el profesor Bill Ripple, profesor de ecología de la Universidad de Oregón, que no espera una recuperación completa del ecosistema en todas las zonas. La población de wapitíes se disparó al desaparecer el lobo, sobrepastando amplias extensiones, por lo que los bosques se vieron muy dañados y la población de aves canoras disminuyó mucho. Los castores vieron mermadas sus poblaciones debido a la destrucción progresiva del ecosistema y la falta de castores cambió el curso de las corrientes, lo que provocó erosión en los cauces, que se hicieron profundos y estrechos. Con la llegada del lobo, se recuperó el bosque, la población de castores y de aves canoras. Pero no han logrado la absoluta recuperación original. A algunos lugares no han podido regresar los bosques de sauces que hubo antaño. Estos árboles necesitan del castor, que evitan la erosión de los cauces fluviales, y los castores necesitan de los sauces para construir sus presas, así que ambos viven en frágil equilibrio. Al cambiar tanto las corrientes con la desaparición del lobo, en algunos lugares no se han podido recuperar y es muy difícil que lo puedan hacer ya. La desaparición del lobo pudo conllevar la muerte definitiva del equilibrio en esas zonas. 

La conclusión a la que llegan los grandes ecólogos es que hay que mantener los ecosistemas lo más intactos posible evitando la eliminación o control de predadores apicales como el lobo. Mantener los ecosistemas intactos es más fácil que tener que arreglar después por partes, dice el profesor Hobbs.