Me acuerdo de que, de niño, conocí ese cuento. Porque yo era un niño de campo que pasaba tiempo en la ciudad. Me encontré entre los dos mundos y tenía ganas de ser mayor para elegir y pasar todo mi tiempo en el campo. Mi familia era toda de campo, mi abuelo paterno de campo y ganadero, mi abuelo materno de ciudad. Mis abuelas, de pueblo las dos. Se puede decir que crecí corriendo por las fincas ganaderas de mi abuelo, con sus perros, que eran míos. En fin, que un día también me convertí incluso en ganadero. Y siempre fui persona de campo, que estudié en ciudad aunque no lo quería. Viene esto a colación de esa constante dicotomía entre lo rural y lo urbano. Lo "pueblerino" y lo "urbanita", en tono más burlón. Y son hoy principalmente los ganaderos de zonas rurales y los cazadores, quienes acostumbran, quizás faltos de argumentos, a menospreciar la opinión de otros tachándoles de "urbanitas".
Yo mismo, de niño, cuando veía a la gente de zapato y corbata caminando por el campo, lo que consideraba "mi" campo, "mi" territorio, les veía como gente "de ciudad". Les llamábamos "quemeembarros".
Como conservacionista, naturalista o, si se quiere, ecologista, pero de campo, de campo ganadero, de crianza campera, de espíritu campero, incluso de espíritu pastor... pero que no me considero ni "pueblerino" ni mucho menos "urbanita", si acaso "rural" y sí "de campo", me sabe a insulto cuando los ganaderos y cazadores, defendiendo sus posturas absurdas cargadas de incultura y espíritu matarife, mencionan a esos que llaman "urbanitas" para exclamar que "¡Qué sabrán ellos del campo!" usando disparatados e insensatos argumentos que ni lo son.
Sucede en todas partes. Aquí en Suecia, desde donde estoy escribiendo en este momento, algunos interesados (cazadores principalmente) dicen que la gente de las zonas rurales no quiere saber nada del lobo y que sólo son los de las ciudades quienes quieren que haya lobos, puesto que, según ellos, no los tienen que "sufrir". Pues bien, según una estadística recientemente realizada en Suecia, 6
de cada 10 suecos dice NO a la caza del lobo. Sólo el 25% de los
suecos dice sí a la caza del lobo. En el norte del país, eminentemente rural, donde se podría
pensar que prefieren que se cace al lobo puesto que el principal conflicto del
lobo sucede allí, las
encuestas dicen que sólo el 25% de los habitantes quieren que se cace al lobo.
Por tanto, los resultados terminan con el mito de que los habitantes de las
zonas rurales son los que quieren caza del lobo y que sólo los urbanitas
quieren que el lobo exista. Hay el doble de suecos que dicen NO a la reducción
de la población de lobos en Suecia, y en estos se incluyen los habitantes de
las zonas rurales.
Yo, ratón de campo, quiero lobo, aquí en la península Escandinava y allí en la península Ibérica.