El conflicto del hombre con el lobo no es de hoy ni es ibérico en exclusiva, como todos sabemos. Desde que el lobo permitió al ser humano domesticar al ganado, el humano se apoderó de los ungulados y de su carne, aprovechó al lobo, del que surgió y fue seleccionado el perro, y ahora no hay quien le quite ni un solo gramo de carne al hombre, que no quiere ni ver al lobo. Menos mal que cada vez -o eso me parece a mí- hay más humanos que tenemos el espíritu de los indígenas norteamericanos, cuyas culturas fueron exterminadas como el lobo por los mismos hombres blancos llegados de fuera, y observamos al lobo con ojos de admiración. En fin, que no hay fronteras para la inmensa problemática social del lobo con los ganaderos, aunque sean ganaderos de ungulados semi-salvajes como los renos de Laponia. Los lapones, que habitan el norte de Escandinavia, también se apoderaron de los renos, el recurso salvaje del lobo en esas indómitas regiones, y no quieren ni un solo lobo en toda Laponia. En Suecia la población del lobo se fue apagando hasta el exterminio pues la única vía de entrada de nueva sangre lupina es por Laponia desde Rusia y Finlandia. Pero el filtro escopetero, del que ya he hablado en otras ocasiones, es terrorífico. Es casi un milagro que un lobo pueda sobrevivir a él y penetrar en Suecia, y cruzar vivo Laponia. El furtivismo existe incluso en los países que supuestamente se las dan de civilizados y cultos.
El caso es que yo, amante de las culturas primitivas también, y de la antropología, y de lo rural, en su momento me vi apoyando a los sami, pero desde hace tiempo ya les hago boicot. Hago boicot a la carne de sus renos y a todo lo que de ellos venga. ¿Por qué así? Pues por la sencilla razón de que me han demostrado que no saben vivir en equilibrio y armonía con el medio que les sustenta. De que me han demostrado que han roto ya el vínculo con la tierra. No quieren lobo. No saben convivir con un elemento tan fundamental de un ecosistema. No saben vivir como lo hicieron sus antepasados. Su cultura se ha modernizado. Tienen cuantiosas ayudas del gobierno precisamente por vivir en zonas de lobo. Viven en casas calientes y recorren los bosques en motos de nieve. Tienen a los renos en semilibertad, se han apoderado totalmente de ellos, y no quieren que los lobos estén presentes ni siquiera ante la posibilidad de que espanten y disgreguen a sus manadas de cérvidos.
El año pasado logró entrar, parece ser, una loba fineso-rusa de unos 4 años. Una loba, por cierto, que me parece muy curiosa, interesante, por su coloración rojiza. Era una agradable sorpresa el descubrir que nuevos genes venían a aliviar la endogámica situación de la población de lobos sueca. Para evitar conflictos, se optó por capturar a esta loba y trasladarla al sur, lejos de la zona de cría de renos. Pero la loba regresó al norte. Se volvió a intentar una vez más, ayudados esa segunda vez por un collar radiotransmisor que se le había instalado.
La loba encontró pareja y se instaló, pero el macho fue matado furtivamente. Así que ella, sola, viajó de nuevo a los territorios del norte. Se la volvió a capturar, por tercera vez en menos de un año, y se la llevó al sur. La loba hacía 100 km o los que hiciera falta y volvió de nuevo al norte. Esta vez ha encontrado pareja, otro lobo adulto, y se han instalado en territorio de renos.
El gobierno de Suecia ha decidido no trasladarla más, y ha advertido a los sami, el pueblo lapón, que no tienen permiso para disparar a los lobos. Los lapones están enfadados. Pero la han quitado el collar. Lo último de lo que me enteré es que el roce la producía alguna dolencia. ¿Cuánto durará la loba? ¿Cuánto durarán los dos? ¿Podrán criar? El gobierno está pensando incluso la tontería de coger a los cachorros cuando nazcan en primavera y trasladarlos al sur, dejando a la pareja sin ellos. Todo por contentar a los reneros. ¿Suena esta historia? Un colectivo que recibe todas las ayudas para vivir en armonía con el medio y que no acepta las condiciones... pero sí el dinero. En fin, que es el mismo cuento en diferentes lugares. En todos los sitios cuecen habas, incluso en el Ártico.
Es una opinión de David Nieto Maceín, especialista en etología del lobo.