En mi libro "Lo que el lobo sabe" (Tundra Ediciones), cuya segunda edición sale a la luz en estos días, hablaba de la importancia del lobo en la naturaleza analizando concretamente la influencia de su conducta en la conducta del resto de la fauna, incluyendo otros predadores. Por eso hablaba de Ecoetología como la influencia de la etología en el ecosistema y viceversa.
Acabo de leer un estudio publicado hace unos meses en Current Biology que respaldaba las evidencias de extinciones en cascada horizontal (más bien, efecto dominó). Un equipo de investigadores de la Universidad de Cornwall creó comunidades experimentales con insectos utilizando diferentes especies de avispas como depredadores y de áfidos (pulgones) como presas. Descubrieron que la eliminación de una especie de avispa producía cambios en la densidad de las especies presa y esto en el resto de las especies presa de otras avispas, conllevando perjuicios poblacionales, finalmente, para las otras especies de avispas.
Estos efectos en cascada de extinción o en dominó son vitales a tener en cuenta en Biología de la Conservación. Si queremos proteger una especie amenazada de un carnívoro, por ejemplo, hay que proteger al resto de depredadores que comparten hábitat.
En mi libro ponía suficientes ejemplos con lobos sucedidos en diferentes partes del mundo en los que la desaparición o reaparición del lobo había conllevado cambios dramáticos o vitales en los ecosistemas.
En un congreso, hace unos años, se preguntaba alguien qué papel podría tener el lobo en la estepa castellana dando por hecho que, seguro, tendría algún papel. Nadie, no obstante, se mostró seguro de dar una respuesta convincente. El pensamiento fue siempre hacia la regulación biológica de sus especies presa, pero, desde un punto de vista más holístico, la sola presencia del lobo, su conducta, su etología, influye en la conducta de presas y mesopredadores, y esto en la conducta de las presas de estos, en su presencia o ausencia, en su uso del hábitat y ritmos de actividad.