Nacieron así los que conocemos como molosos de montaña. En España, desde aquellos tiempos inmemoriales, contamos con el mastín español y al mastín del Pirineo. El del Pirineo, que prácticamente comparte medio con el Perro de Montaña del Pirineo, también del mismo tipo y origen, pero adoptado por los franceses, y el español, que es el mesetario, el leonés, “de toda la vida”. Cuando trabajé como pastor en el Pirineo, con nuestros perros, hace ya más de una década, también nos acompañaba un mastín. Mastín del Pirineo, claro.
Su papel era importante pues, aunque el lobo había sido exterminado y los pastores actuales no lo habían conocido, protegía contra perros asilvestrados o descontrolados, como los huskies que estilaban entonces los excursionistas de montaña y que daban tantos sustos a los rebaños. El mastín era muy peligroso para los perros intrusos con sospechosas intenciones.
Me contaban entonces los pastores que sus padres y abuelos tenían que dejar, décadas atrás, una hoguera en cada una de las esquinas de un aprisco, con las ovejas durmiendo dentro, los mastines bien posicionados y el mismo pastor durmiendo en la montaña. Lobos y osos campaban a sus anchas entonces. Cuando yo trabajaba en esa zona, era más cómodo. Como habían eliminado a los predadores salvajes, los pastores dejábamos en el Pirineo grandes rebaños pastando libremente en la época buena y nos dedicábamos a la otra parte del ganado. Doble producción con la mitad de trabajo durante varios meses. Se había acomodado el trabajo hasta el punto de haber olvidado su papel en los ecosistemas y cómo convivir con los predadores en armonía. Aunque el papel de nuestro mastín era importante, no se le tenía en cuenta. Sí se tenía en cuenta el trabajo incuestionable de los perros careadores (gos d´atura) pero no el del mastín, cuyo papel, para los pastores, era el de acompañante y tragón. Sólo se acordaban de su importancia cuando evitaba a ojos vista la matanza en el rebaño por parte de un perro descontrolado. Al fin y al cabo, éramos los únicos pastores con mastín en toda la comarca, que yo tenga constancia. Habían perdido totalmente el sentido de la importancia del mastín porque ya casi no lo necesitaban.
Tengo que advertir que los pastores que conozco, que viven en las zonas más pobladas por lobo de España, y que tienen los rebaños bien protegidos por buenos mastines, no acusan nunca bajas. Cuando hay buenos mastines, la intromisión de un animal extraño en el rebaño no es posible. Pero ¿qué es un buen mastín? Pues de eso quería yo hablar. Un mastín, por mastín, no tiene necesariamente que ser un buen perro de protección del rebaño. En cuanto a cualidades temperamentales genéticas, ha de ser un perro seguro de sí mismo, dominante y combativo. Algunas veces es suficiente el ladrido de un perro para que el lobo no se acerque al rebaño, pero ¡ojo! ¡no siempre es así y mucho menos contra los perros asilvestrados! no se puede permitir que luego haya lloros porque los lobos atacaron al rebaño e hirieron a los perros. Esto sucede, sí, cuando no son buenos perros. Si hay mastines dominantes y combativos, no habrá lobo ni perro que entre en el rebaño. Y esto os lo aseguro. En cuanto a sus cualidades físicas, ha de ser fuerte, poderoso, alto, de gran cabeza, lo que no es por estética sino porque impone muchísimo a aquél cánido que quiera emprender la empresa de atacar su rebaño, y debe de estar dotado de un buen movimiento (nada de cojeras por displasia de cadera o cualquier otra). Y, algo de importancia vital, ha de haber sido troquelado en el seno del rebaño.
Es gracias a un buen imprinting como se gesta la relación mágica entre el mastín y las ovejas. Porque el mastín ha de sentirse, de alguna manera, como una oveja más. De lo contrario, puede predar sobre ellas como cualquier lobo. Si ha sido troquelado con ellas, no lo hará jamás.
David Nieto Maceín.